Más que una cooperativa, un símbolo de identidad regional
- conexiónsur
- hace 2 días
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Hemos sembrado la tierra, cultivado con perseverancia y cosechado una semilla que hoy es parte fundamental de nuestra cultura e historia nacional. El café es el presente y el futuro económico para miles de familias, dispersas en cientos de pueblos montañosos a lo largo y ancho de Colombia.
De la misma forma que las incontables cuencas, quebradas y ríos recorren nuestra difícil geografía, el esfuerzo de millones de manos se reúne en millones de sacos, irrigando la economía nacional. Una cosecha recolectada grano a grano que, según las proyecciones para 2025, representará más de 22 billones de pesos en ingresos por exportaciones.
El legado colectivo
La historia de nuestra caficultura fue escrita con tinta indeleble por las manos de miles de productores anónimos. Y dentro de esas miles de historias, en Antioquia, una se destaca por haber sido construida de manera colectiva: la que merece ser analizada y recordada. Hace más de 60 años, un grupo de pioneros unió sus voluntades para crear con el patrocinio de la FNC, una organización que demostró su capacidad, su visión de futuro y su inquebrantable espíritu solidario.
Han pasado años, con tiempos buenos y otros difíciles, pero la fuerza, la perseverancia y el legado de quienes cultivan la tierra —sembrando café, plátano, maíz y también esperanza— siguen tan vivos como en 1961, año de fundación de la Cooperativa de Caficultores de Andes.
Seis décadas después, el panorama ha cambiado. Hoy, nuestros pueblos están llenos de compradores de café, y de promesas de pago justo y apoyo al caficultor. Es indudable que el productor tiene más alternativas y acceso a más información para sus decisiones de venta o compra. Pero es igualmente cierto que, de todos esos actores del mercado, muy pocos, o quizás ninguno, construirán algo similar a lo que logramos crear sumando los aportes y la capacidad de gestión, acumulados por décadas como el fruto del mutualismo.
Ese esfuerzo dio forma a la cooperativa de caficultores más importante de Antioquia y una de las más relevantes del país, la que garantizo un precio superior a los productores, créditos más baratos que la banca comercial, acceso a fertilizantes y apoyos sociales y educativos a miles de caficultores durante años. Es importante hoy valorar de manera integral el valor generado durante toda su historia.
La fuerza del símbolo
Aquí es donde debemos valorar que, más que edificios, oficinas o almacenes, lo que se construyó fue un símbolo. Un emblema que representó con orgullo la fuerza del caficultor de toda una región, forjado por miles de familias en veredas dispersas y empinadas.
Es el símbolo de los caminos y carreteras donde el café aún se mueve a lomo de mula, como en el Corregimiento de Santa Inés. La cooperativa dio visibilidad a productores y pueblos donde el progreso se mueve al ritmo de los buses de escalera, las chivas, los Jeeps y los carpatis que marcan las rutas y los costos de los fletes en Andes, Ciudad Bolívar, Betania, Hispania y Jardín. Son estos afluentes de café, cargas y bultos, los que se convierten en sacos, números y contratos que fluyen desde nuestras recónditas montañas hasta centros de negociación internacionales como Nueva York.
Más allá de toda la logística y los medios de transporte, más la lógica del negocio y los grandes capitales, son las personas, la voluntad de miles de familias tradicionales, las que han movilizado las fuerzas productivas y el dinamismo económico de los pueblos del Suroeste de Antioquia, con sus balcones coloridos, mercados tradicionales y su popular dinámica alrededor de la cosecha cafetera.
Sanar la herida, reconocer la importancia del buque
No caeremos en el romanticismo excesivo. Para avanzar, debemos reconocer que sanar la herida y superar el latente sentimiento de traición no será un proceso mecánico, rápido o fácil. La sensación de pérdida, ira y frustración que aún acompaña a muchos caficultores, en particular a los mayores, es legítima. Fue una crisis incubada y advertida durante años en la administración, que se descubrió tardíamente en 2019.
Pero es imposible renunciar al fruto de más de 60 años de esfuerzo solidario. Esos activos, físicos e intangibles, nos pertenecen a todos por derecho propio. Cooperandes es el símbolo, la suma de la experiencia, el legado de los abuelos y el orgullo de haber llegado más alto y más lejos de lo que hubiésemos podido llegar solos. Trabajar por salvaguardar este legado es el mayor acto de justicia para con los asociados y la región.
Más que aferrarnos a un recuerdo, debemos reconocer nuestra realidad. Nuestro verdadero faro es la realidad de nuestras familias y nuestros cultivos, expuestos al vaivén de los mercados, a las inclemencias del clima, a la falta de seguridad y a la política cambiante, con ese “profundo amor por el campo” que solo florece en época electoral. La incertidumbre es nuestra mayor constante.
Al mirar al futuro, se suman los retos demográficos: menos niños, más adultos mayores y, como bien lo constatan los caficultores, menos mano de obra disponible. Si a esto le añadimos el avance tecnológico —inteligencia artificial, drones y nanotecnología—, encontramos un panorama que un productor individual difícilmente podrá navegar solo. En estas aguas turbulentas, llenas de tiburones, inciertas y agitadas de la producción agrícola, sólo un buque fuerte puede proveer la confianza y las garantías necesarias frente a las poderosas fuerzas del comercio internacional del café, con su tendencia a una mayor volatilidad, concentración del mercado y especulación dominante.
El compromiso de la reconstrucción
Finalmente, hablo como un caficultor de vereda, con menos de dos hectáreas, como la mayoría en Colombia. La reconstrucción de nuestro espíritu solidario en torno a la Cooperativa de Caficultores de Andes no se sustenta en el alarmismo, sino en la firme vocación de quien cultiva con paciencia y sabe escuchar. Creemos que la mejor demostración es permitir que la realidad, la evidencia y la experiencia acumulada convenzan hasta al más escéptico.
Este futuro no llegará por azar, sino por la voluntad colectiva de quienes acepten el llamado a construir una red que una nuestra capacidad y fortaleza. Proponemos redescubrir, con innovación e intercooperación, la realidad del cooperativismo y la economía social solidaria. Comenzando en Antioquia, buscaremos ampliar el panorama a nivel latinoamericano, hallando juntos las respuestas que, de forma dispersa, no podremos encontrar.
Con este compromiso, demostraremos que, en medio de la adversidad y los desafíos de nuestro tiempo, podemos levantarnos con renovado ánimo desde las montañas del Suroeste. Trazamos un nuevo rumbo, y si bien hoy lo hacemos con una visión moderna e incluso, con telemetría digital, la esencia no cambia: después de seis años de crisis, nos atrevemos a pensar de nuevo en un futuro cooperativo.
La Cooperativa de Caficultores de Andes es el vehículo que nos ayudará a reconectarnos y reconciliarnos con el pasado, refrendando el compromiso con las futuras generaciones de impulsar juntos una cultura que se cultiva y se hereda con orgullo.
Autor: Alexander Caficultor
Andes, diciembre de 2025

