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¿Ya sabes cómo serás después de la pandemia?

Por: Luis Alfonso Acevedo Escalante.




Cuando todo parecía un chiste

Todavía recuerdo el día, estaba en clase. El profesor de esa sesión lanzó un chiste al respecto, y al mismo tiempo yo miraba un meme, era una cerveza con una bola inmunda llena de tentáculos. Ambas situaciones hacían referencia al supuesto virus que apareció en China, el cual duraría mucho menos que esa clase aburrida.

Chistes y suspicacias iban y venían: ¿Qué irán a lanzar ahora estos chinos?, ¿qué estarán tramando? Debe ser una estrategia. (Todavía algunos pensamos eso, y hasta más) Las clases continuaron sin novedad aparente, y parecía cierta la predicción sobre la duración del virus; nadie comentó nada más hasta que apareció la noticia de la declaratoria de pandemia. ¡¿PAN-DE.MIA?! No puede ser.


Empezó la batalla por el papel higiénico y el desabastecimiento en los supermercados. Las zonas de aseo vacías y los estantes de los preservativos, vaticinaban, entre chiste y chanza, un apocalipsis zombi, un holocausto o cualquier fenómeno antinatural; esos chistes sí que fueron premoniciones, más aún cuando empezaron a mostrar los camiones fúnebres, las fosas comunes, los hospitales sin respiradores y el pánico colectivo. Respirábamos miedo.


Empezaron a cerrar iglesias: no podremos rogarle al santísimo, exclamó cualquier matrona dolorida. Sellaron, indefinidamente bares y discotecas: a lo que Bad Bunny dijo: yo “perreo sola”. Mandaron los niños para la casa; es un peligro educarse en estos tiempos; por esa razón algunas madres enloquecieron. Me incluyo en el grupo de tíos que responden por las rareas de los sobrinos. El turismo cayó, las calles se limpiaron de vendedores ambulantes y los moteles dejaron de ser testigos. Ya no era un chiste pesado, era un desastre.


Pero somos seres humanos y tenemos que reponernos ante las dificultades y encontrarle una explicación a todo. Si se muere alguien de Covid es porque no se cuidó lo suficiente; si se recupera, es una oportunidad que le da Dios y la vida; y si no le toca, es que se está cuidando como se debe, o su fe es muy grande. En fin, a situaciones inexplicables soluciones semejantes.


Todo cambió

Cuando todo era caos y pensábamos que íbamos a morir (Esa posibilidad no ha desaparecido) todos nos identificamos con estas expresiones: De esta vamos a salir, nos volveremos a abrazar, el mundo va a cambiar, nos vamos a reinventar, aplaudamos a los médicos hoy, mañana a los domiciliarios, pasado a los enfermeros, luego a los regentes de farmacia… hagamos otro meme, me voy a rapar, yo me tinturo el pelo, me voy a dejar la barba, yo me la voy a quitar. Luego apareció tik tok como un salva vidas y, Juan mecánico, no volvió a llamar.


Ni qué decir de estos diálogos: -tengo un live a las 6 PM.

-Tengo reunión por zoom.

- A mí me la programaron por meet.

- Esa no la conozco yo.

-A mí me hacen ir a la oficina.

-Tan rico para usted, yo trabajo más desde la casa que en la oficina.


Se extinguieron los abrazos y las charlas entre amigos; la economía se desbarató y algunos no soportaron el encierro. Los más optimistas y románticos empezaron a predecir un gran cambio en la sociedad, en las personas y sus modos de relacionarse con los otros; aseguraban que después de la crisis seríamos más humanos, que valoraríamos mucho más las cosas simples de la vida: los abrazos, los besos, las visitas… que cambiaríamos las compras por las risas, y cosas de ese tipo.


Y es que no es un secreto que muchas cosas dejaron de ser importantes durante el encierro: la ropa, las salidas, la rumba, la calle… y que en verdad se extrañaba lo que se supone es verdaderamente importante: la familia, los amigos y esos momentos simples. La verdad ese pensamiento me parece muy bonito y hasta necesario; es verdad que nos hace falta darle más valor a los sentimientos que a los placeres materiales, sin embargo, me haré del lado de los pesimistas y diré que las cosas no van a cambiar como se piensa o se espera.


Evidentemente hay un cambio: la economía se fracturó; muchas familias tuvieron que cerrar sus negocios porque se volvieron insostenibles; han muerto miles de personas, y sus familias quedarán marcadas de por vida; muchos no pudieron viajar en sus vacaciones ni postear las rumbas o su nuevo outfit; perdimos empleos, y la falta de ingresos e inactividad, sumadas al encierro, no son tan fáciles de superar. Eso sí que es un cambio.


Lo que el día sin IVA develó

Poco a poco los centros comerciales se han ido levantando, algunos clientes han vuelto para ponerse a tono. El día sin IVA nos enseñó que somos una cultura consumista, (otros dirán que nos levantamos a pesar de las dificultades). Bastó que nos dieran alas para salir cual pájaros de sus jaulas, y no juzgo, cualquiera que esté encerrado y lo libren haría lo mismo.


Estos comportamiento obedecen a lo que llamamos psicología del consumidor, ese placer que produce adquirir bienes para sentirnos bien con nosotros mismos, ¿Quién no se siente mejor cuando se compra un vestido nuevo, cuando viaja, o sale a comer a un buen restaurante? Esas actividades nos suben el ánimo, nos dan estatus y nos hacen olvidar las penas. Dentro de la psicología del consumidor, este tipo de compra se denomina compra no planeada, y es trabajada por José Luis Belío Galindo y Ana Sainz Andrés (2007), Dicen los autores que el comprador adquiere un producto sin prepararse previamente, y que la compra es solo una reacción emocional ante un producto o servicio y que su respuesta es la adquisición.


“Lo emocional hace referencia a la resolución de problemas emocionales con la compra por impulso, ejemplos son relojes lujosos, cosmética, joyas. Y es una conducta reactiva a estímulos, una situación preparada para provocar una respuesta. Respuesta que en última instancia siempre dependerá de la situación emocional y cognitiva del consumidor”. (Raiter D. 2016, Comportamiento del consumidos actual)


Para mi es claro, seguiremos siendo una sociedad consumidora, no dejaremos de ser humanos, no nos vamos a desprender de las emociones, seguiremos acudiendo a ellas para protegernos, para aliviar o disipar nuestra mente. Seguiremos buscando un empleo, o reinventarnos para sobrevivir. Seguirán las denuncias por corrupción en los distintos gobiernos, y las marchas dirán presente para atacar estos comportamientos.

Volveremos a abrazar, por supuesto, pero seguiremos comprando mientras podamos, volveremos a viajar cuando haya posibilidad, cuando volvamos a tener vacaciones pagas, cuando vuelva la prima de mitad y fin de año. Eso somos, estamos a la espera de que se aplane la curva para batir nuestras alas en las calles, en los cines, en los centros comerciales, en las playas; queremos esas cosas que nos dan felicidad y nos hacen ahogar las penas. El día sin IVA demostró que nos importa más nuestro bienestar emocional, comprar y tener bienes, más que cuidarnos a nosotros y a los nuestros. Si eso pasó en medio de la pandemia, no esperemos que después de ella seamos los grandes hermanos que todos sueñan.

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