Carlos Roberto Gutiérrez vivió y murió en su ley, y en el sitio que, para él, siempre fue su casa: la plaza de mercado de Andes. Y decimos que fue en su ley, porque pese a las invitaciones hechas por el personal de salud de alcaldía para que se internara en el Centro de Bienestar del Anciano, este hombre –conocido popularmente como El Barbado- nunca quiso irse de allí. “Nos recibía comida y nada más. Ni atención médica, ni ropa, ni algún otro tipo de ayuda. Ese era su ideal de felicidad, y por más autoridad que seamos, no podíamos obligarlo a dejar la calle o recluirlo en un centro de atención integral”, dice Ana María Zuleta, secretaria de Salud de Andes, quien agregó que, como él, hay otras dos personas en el municipio que siendo de la tercera edad, rechazan cualquier intención de amparo bajo techo.
El Barbado no tenía documento alguno, nadie sabe con precisión su procedencia o el tiempo que llevaba deambulando por las calles de Andes. Cálculos de caracterización de estas personas realizadas por el personal de salud del municipio indican que tenía 69 años. Como es usual en los pueblos con las personas en situación de calle, poco se sabe y es mucho lo que se especula… que hacía parte de una familia prominente de Betania, que era más inteligente que el parroquiano promedio y por eso poco hablaba, que había sido rico y lo había dejado todo con tal de vivir sin preocupaciones. Lo cierto es que era un hombre taciturno y callado. “Solo hablaba para dar las gracias cuando alguien le regalaba algo”, dijo a Conexión Sur alguien que le conocía. “Lo que dicen algunos ciudadanos es que el sábado lo vieron afectado, al parecer, por unos cólicos muy fuertes… y fue solo hasta el domingo (26 de julio) en la mañana que lo encontraron ya sin vida donde solía dormir”, precisó la secretaria de Salud.
En el ejercicio de indagación de este informe, supimos que El Barbado había sido atendido hace algunos meses por una pancreatitis, lo que al parecer fue lo que generó su deceso.
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